Veo
esa lluvia insistente, que intenta lavar la recién encontrada mancha de pétalos
y sangre, en la ahora sucia sábana blanca de este mundo.
Me
pongo a pensar que muchas otras personas se obstinan por el hecho de tener que
salir con lluvia.
Pienso
en el diluvio de algunos, que en este momento se están suicidando y en cómo
algunos otros, bajo el delicado masaje del sonido de la lluvia y en un potente
orgasmo, conciben a otro ser. Pienso en la tormenta que queda en los otros
cercanos al suicida, y en la mala suerte del niño, que se dispone arribar a este
mundo en eterno temporal.
Me
pienso en esta lluvia, me percibo en este pensar, veo las diferencias. En
cómo hace algunos años la transición a épocas lluviosas era distinta, puesto que eran solo
épocas.
Veo el poder de la lluvia y la erosión sobre mi tierra, esa que alguna vez fue fértil y llena de frutos. Veo el surco y el desgaste que las gotas inscriben con el pasar de los años. Me asombro de este increíble lienzo, que como palimpsesto, hace un recuento de los daños y usuras producidas por las inundaciones causadas, por la lluvia y el tiempo.
Este
es el invierno que precede a más invierno, sin primaveras; después de la
tormenta viene más tormenta. Es de acá donde proviene la razón misma del
movimiento hacia la vida, ¿podremos, alguna vez, admirar como belleza creadora y destructiva, al inclemente vórtice?
En este diluvio, siempre
hay aleros donde escampar….
I.