lunes, 14 de noviembre de 2011

(...) Reencontrando la noche


Reencontrando la noche,
esa de espejos que por hacerlos presentes
se quiebran en otros espejos.
Imagen de ojos en cuyo reflejo no pertenezco.
De insistencia de lo que no cesa
de no tener nombre.
La diferencia como ese sutil aroma,
de una escucha que susurra.
Como pasar de renglón y encontrase
con el vacio contacto de las letras que no son las escritas.
Como la ilusión de ver mi deseo
en un holograma cuya raíz no me pertenece.

Embalar esa noche y encontrar
que la espina penetra sin ser reconocida,
espina que me quito por otra más estéril,
pero espina aun.
Espina que como duplica de barniz hermoso
no dudo y te la dejo,
esa cuyo nombre reclama una diferencia.
No me encuentro ni te encuentras
hasta que esa otra escena
permita que la ficción se encarne.

De esa misma insistente noche,
sus efectos son de asombrosa textura.
Figurando paisajes quiméricos de crepúsculo lluvioso,
se engendran nuevas miradas
nuevos juegos,
otros lugares.
Se dibujan los más bellos bocetos de nada,
como ese instante de confrontación frente
al cuadro en blanco y seductor,
la mano temblorosa pero excitada
previo a ese primer trazo.
Trazos como ese llevan a caminos y escenarios sin pisar,
a ríos poliformes que fluyen de manera irreverente.

El asumir se transmuta,
se relativiza,
es solo un quizás hambriento de paradojas.
Como bien lo recuerdo,
la vida como noche es “un juego de reglas peligrosas”
y esto no es mas que otro riesgo,
otra apuesta.”

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